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Neuroplasticidad

Cuando nos referimos al término educación, generalmente lo asociamos a una competencia específica en el ámbito del “Saber”, sin embargo esta asociación es limitada en su forma y en su fondo.

Etimológicamente hablando, al hacer referencia a dicho termino nos referimos a La palabra educación procede de la latina ēducātiō o educatĭo, educatĭōnis, familia de palabras que inicialmente tenía una acepción semejante a la de criar/crear y desde la palabra ēdūcō (ē-= fuera, desde y dūcō = extraigo, guío, conduzco) y la misma, tal como se explica al inicio tiene por lo menos dos étimos latinos: educere y educare, siendo el segundo derivado del primero; lo importante es que educere etimológicamente significa el promover al desarrollo (intelectual y cultural) del educando, es decir desarrollar desde las propias potencialidades psíquicas y cognitivas del educando el intelecto y el conocimiento haciendo en tal proceso activo al educando (o educanda según sea el género).

Por tal motivo es muy importante diferenciar la educación de la forzada e inculcada instrucción o del adoctrinamiento, en la educación el ser humano es un sujeto activo que en gran medida se guía por la inducción o incluso también del razonamiento abductivo, aunque principalmente por la deducción, en cambio el sujeto de la instrucción o de un adoctrinamiento es aquel que solo repite la información (ya sea correcta o ya sea errónea) que se le inculca. Es decir, la genuina educación es un aprendizaje (en inglés learning) abierto que va más allá de esquemas preconcebidos y que tiende a favorecer el desarrollo de la conciencia, la razón e inteligencia de cada educando y con éstas cualidades el mejor desempeño de cada persona educada para llevar a cabo en lo posible su óptima forma de vivir (la cual, se sobreentiende, es una vida culta en sociedad).

Desde este último prisma, podríamos referenciar a la educación como una compleja simbiosis de muchos factores en las competencias del Saber, Ser y Saber hacer.

Desde lo general hacia lo puntual, en el amplio sentido de la palabra educación sin duda que la reflexión nos llevará al centro del dilema, ¿Dónde nace la educación en nosotros mismos? O de manera más filosófica podríamos preguntarnos ¿Quién soy yo?, una pregunta que por muy superficial que sea, es la pregunta de la existencia humana que desde tiempos pretéritos el hombre y la mujer han tratado de responder. Quizás sería muy humano responder que yo soy una serie de características personales (genética) conjugada con otra serie de características sociales o culturales (el entorno, la percepción del mundo y mi educación), no obstante lo anterior, ¿qué tiene que ver con la conciencia del YO y su radicación filosófica?, sin duda que nada de esto ocurriría si nuestro cerebro no hubiera tenido la evolución que tuvo y es en este sentido que cobra razón tener claridad (superficial o profunda) acerca de cómo funciona este órgano y como es que gravita la importancia cognitiva y comunicativa de nuestro cerebro.

El cerebro humano es el centro del sistema nervioso, siendo un órgano muy complejo. Encerrado en el cráneo, tiene la misma estructura general que los cerebros de otros mamíferos, pero es más de tres veces mayor. La mayor parte la constituye la corteza cerebral, una capa de tejido neuronal plegado que cubre la superficie del prosencéfalo. Especialmente amplios son los lóbulos frontales, que están asociados con funciones ejecutivas, tales como el autocontrol, la planificación, el razonamiento y el pensamiento abstracto. La parte del cerebro asociada a la visión está también muy agrandada en los seres humanos.

El cerebro humano ejerce una gran cantidad de tareas, de manera general se puede afirmar que se encarga tanto de regular y mantener las funciones del cuerpo como de ser el órgano donde reside la mente y la conciencia del individuo.

La evolución del cerebro, desde los primeros mamíferos similares a las musarañas a través de los primates hasta los homínidos, se caracteriza por un aumento constante en la encefalización, o la relación del cerebro con el tamaño corporal. Se ha estimado que el cerebro humano contiene de 50 a 100 mil millones (1011) de neuronas, de las cuales cerca de 10 mil millones (1010) son células piramidales corticales. Estas células transmiten las señales a través de hasta 1000 billones (1015) de conexiones sinápticas.

El cerebro controla y regula las acciones y reacciones del cuerpo. Recibe continuamente información sensorial, rápidamente analiza estos datos y luego responde, controlando las acciones y funciones corporales. El tronco encefálico controla la respiración, el ritmo cardíaco, y otros procesos autónomos (Cerebro Reptil). El neocórtex es el centro del pensamiento de orden superior, del aprendizaje y de la memoria. El cerebelo es responsable del equilibrio corporal, coordinando la postura y el movimiento.

A pesar del hecho de que está protegido por los espesos huesos del cráneo, suspendido en líquido cefalorraquídeo, y aislado de la sangre por la barrera hematoencefálica, la delicada naturaleza del cerebro humano lo hace susceptible a muchos tipos de daños y enfermedades. Las formas más comunes de daño físico son los daños internos por un golpe en la cabeza, un accidente cerebrovascular, o una intoxicación por ingerir diversas sustancias químicas que pueden actuar como neurotoxinas. La infección del cerebro es rara debido a las barreras que lo protegen, pero es muy grave cuando se produce. El cerebro humano también es susceptible de padecer enfermedades degenerativas, como la enfermedad de Parkinson, la esclerosis múltiple y la enfermedad de Alzheimer. Una serie de trastornos psiquiátricos, como la esquizofrenia y la depresión, se estima que son causadas al menos parcialmente por disfunciones cerebrales, aunque la naturaleza de tales anomalías cerebrales no es bien entendida.

Conociendo ya algunas cosas de su morfología, características y funcionamiento podemos avanzar en recoger algunos estudios interesantes en el ámbito de la educación y de la re-educación, entiendo a este último concepto como el comportamiento que tenemos los seres humanos para cambiar ciertos hábitos o conductas para ser más eficientes, para adecuarnos al entorno social o cultural o lisa y llanamente, para auto superarnos en el sentido del autoconocimiento y desarrollo personal, habilidades quizás más asociadas y radicadas en las habilidades blandas de la triada de competencias (Ser, Saber, Saber Hacer).

Es interesante como primer estudio conocer cómo es que el cerebro realiza la reingeniería del proceso educacional, entendiendo primero que existen 4 fases en el proceso de aprendizaje:

  1. Incompetencia Inconsciente: Es la primera etapa del proceso, establecida por aquella habilidad o competencia que desconocemos poseer, por ello que es inconsciente para nosotros, vale decir, no hemos tomado conciencia de su existencia ni sabemos que no la poseemos, como por ejemplo: El conducir un automóvil a los 5 años de edad. En este caso, probablemente estamos interesados en una diversidad de juegos u otros elementos de nuestro interés y no nos hemos dado cuenta de que es posible adquirir la habilidad de conducir un vehículo. De hecho no estamos conscientes de que no poseemos dicha habilidad.

  2. Incompetencia Consciente: Quizás, una vez que hemos cumplido 12 o más años de edad, nos damos cuenta de que muchas personas que nos rodean saben conducir un vehículo y queremos aprender a hacerlo, situación que nos hace reflexionar y darnos cuenta de que nosotros no poseemos dicha habilidad, comprendiendo así, que somos incompetentes respecto al conducir y además hemos tomado conciencia de ello.

  3. Competencia Consciente: Motivados por aprender y adquirir esta habilidad que no poseemos (conducir), comenzamos a instruirnos en el tema, posiblemente pidiéndole a nuestros padres, a algún amigo o familiar que nos enseñe o bien tomando un curso de manejo en alguna academia de conductores. Con ello logramos adquirir la competencia (habilidad) de conducir y conscientes de la misma, mediante un estado de alerta constante en todos y cada uno de los movimientos que hacemos, logramos mirar periódicamente los instrumentos, el espejo retrovisor, la palanca para pasar las respectivas marchas y coordinamos la presión ejercida en el pedal del acelerador con respecto a la del embrague. En ocasiones también nos ocurre que nos despreocuparnos del peatón que está cruzando la calle o de la indicación dada por el color de la luz del semáforo que tenemos en frente, lo que muchas veces nos lleva a situaciones incómodas y con algún grado importante de riesgo (sobre todo para el peatón y los demás automovilistas). Pese a ello, ésta es la etapa donde más se aprende.

  4. Competencia Inconsciente: Una vez finalizado el esfuerzo de la etapa anterior y, realizada esta operación (conducir) en reiteradas ocasiones, adquirimos un habilidad extraordinaria, siendo altamente competentes. Hacemos todos los movimientos requeridos casi mecánicamente, como si los instrumentos del automóvil fueran simplemente una extensión de nuestro cuerpo y mente. Logramos que todos estos patrones aprendidos de forma tan meticulosa se armonicen en una suave unidad de conducta y desarrollamos su aplicabilidad inconscientemente, sin detenernos a mirar la palanca de cambios cada vez que hay que cambiar de marcha. Esta habilidad adquirida nos permite disfrutar del paisaje, escuchar la radio y sostener simultáneamente una conversación con el acompañante del asiento del lado, ya que es el estado consciente el que fija el objetivo deseado y el inconsciente lo ejecuta, liberando nuestra atención para otras cosas.

Es en el estado de Competencia Consciente que el estudio de Donald Hebb dice relación a cómo las neuronas se asocian para establecer nuevas redes Hebbianas que es el mecanismo básico de plasticidad sináptica en el que el valor de una conexión sináptica se incrementa si las neuronas de ambos lados de dicha sinapsis se activan repetidas veces de forma simultánea.

Introducida por Donald Hebb, en 1949, es también llamada regla de Hebb, postulado de aprendizaje de Hebb o Teoría de la Asamblea Celular, y afirma lo siguiente:Supongamos que la persistencia de una actividad repetitiva (o "señal") tiende a inducir cambios celulares duraderos que promueven su estabilidad. ... Cuando el axón de una célula A está lo suficientemente cerca como para excitar a una célula B y repetidamente toma parte en la activación, ocurren procesos de crecimiento o cambios metabólicos en una o ambas células de manera que tanto la eficiencia de la célula A, como la capacidad de excitación de la célula B son aumentadas.

La teoría se resume a menudo como: "las células que se disparan juntas, permanecerán conectadas", aunque esto es una simplificación del sistema nervioso no debe tomarse literalmente, así como no representa con exactitud la declaración original de Hebb sobre cambios de la fuerza de conectividad en las células. La teoría es comúnmente evocada para explicar algunos tipos de aprendizajes asociativos en los que la activación simultánea de las células conduce a un pronunciado aumento de la fuerza sináptica. Este aprendizaje se conoce como aprendizaje de Hebb.

El siguiente diagrama nos muestra cómo es el proceso generativo de estas redes hebbianas, que pueden ser Positivas (en la creación de la red) o negativas (en el desuso o re educación para mejorar lo ya existente)

Al respecto, nombrar que las células del cerebro (neuronas) pueden tener dos características principales, aquellas que poseen la capacidad de aprender y por ende generar nuevas redes hebbianas y que se asocian principalmente a la atención selectiva sostenida consciente o capacidades ejecutivas y las que no tienen esa capacidad, asociadas principalmente a redes instintivas, respuestas automáticas radicadas en el cerebro reptilico.

La capacidad que posee el ser humano con foco a su re-educación es sorprendente y estrechamente vinculada a la supervivencia y adaptación de la especie que lo ha llevado a la evolución, es sin duda la habilidad de tomar conciencia y a partir de aquel hito, re educarse, re aprender hábitos, comportamientos y la adquisición de nuevas habilidades en cualquiera de las competencias de la triada (Ser, Saber, Saber hacer)

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