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La responsabilidad afectiva en los tiempos de amor líquido


Como dice Bauman (2003), nos encontramos en la era del amor líquido: un tiempo de constantes vínculos frágiles, sin compromiso, sin cuidado y sin respeto. Una época con escasa responsabilidad emocional, de secuencias seguidas dentro de un bucle incesante de relaciones en la que una de las partes suele entregar más que la otra, que se envuelve dentro de una falta de transparencia y de profundidad emocional.


El ser humano se ha encerrado en vivir bajo el placer y el individualismo que se traduce, básicamente, en el egoísmo y el disfrute pasajero. No es incorrecto disfrutar el presente, lo desatinado es llevarse a una situación en la que, desde un inicio, se actúe pensando solo en el goce propio; tomar decisiones que parecen sinceras, pero que realmente no lo son; y, luego, terminar por no hacerse cargo de lo que se llega a generar en la otra persona.


La responsabilidad afectiva no debería de ser un tema negociable, sino una condición mínima presente desde el día uno en todo tipo de relación. Los vínculos no solo se componen de acciones y pensamientos, sino que están basados en emociones y sentimientos. Cuando se decide el involucramiento con otro, dentro de un vínculo (sexual, amical, familiar, de pareja), se debe avanzar cuidando su vulnerabilidad, respetándola y no juzgándola. En el momento en que esta no se cuida y, más bien, se utiliza para beneficio propio, es cuando se genera el daño emocional más profundo.





No es tan fácil caminar frente a una realidad a la que muchos nos sentimos ajenos, chocándonos con valores distintos a los propios, con expectativas truncadas por faltas de respeto y genuinidad, tras una entrega emocional que parece real, pero no lo es. Puede generar, incluso, miedo a mostrar apertura a las relaciones.


Lo más justo, es que uno no tiene, ni debe cambiar para intentar agradar al mundo. El temor puede estar presente, pero lo más importante es qué hacemos con esa emoción y qué nos lleva a decidir. Tal vez, sea colocar límites más sólidos en nuestros siguientes vínculos; tal vez, sea evaluar mejor con quiénes nos abrimos emocionalmente; tal vez, sea darnos un tiempo con nosotros mismos para analizar qué deseamos y a quiénes queremos en nuestras vidas.


Las conexiones verdaderas y sanas no suelen generar dudas, ni ansiedad, ni miedo, sino, más bien, alegría, paz, tranquilidad y una sensación de hogar. La responsabilidad afectiva es la clave para construir vínculos duraderos y con bases sostenibles. Interesarnos por el otro, sin descuidarnos a nosotros mismos, nos vuelve más sensibles y humanos, y nos ayuda a crear lazos equilibrados y coherentes para nuestras vidas.



Referencia

Bauman, Z. (2003). Amor líquido. Paidós.



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