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¿Amor propio o egocentrismo? “Primero yo y luego los demás”


Qué fuerte nos puede resultar la frase: “Primero yo y luego los demás”. ¿Es, acaso, propia de un ser egocéntrico? o ¿puede encerrar la sabiduría para guiar nuestros pasos por la vida? Escudriñemos un poco más.


Estos tiempos en que muchas de las cosas que vivimos, las llevamos a la superficialidad de una foto colgada en la red, puesta a merced de los likes de terceros, parece ser que nos lleva a experimentar una confusión entre lo verdadero, lo realmente genuino e importante, y lo trivial. El interior, la esencia del ser pasa a un segundo plano, para dar una mayor valoración a lo externo y superfluo. Como que, de pronto, estamos más enfocados en que luzca bien la fachada de la casa, dejando de lado como está por dentro el “hogar”, es decir, nuestro centro, y ciertamente, paralelo a ello, ocurre lo mismo, con el cómo apreciamos el “hogar” o interior de los demás.


Veamos los conceptos de “amor propio” y de “egocentrismo”, para luego identificar su dinámica en el ser humano:


El amor propio, es la aceptación que sentimos de nosotros mismos, comprendiendo nuestro físico, personalidad, carácter, sentimientos, actitudes y comportamientos. El amor propio depende de nuestra voluntad para querernos. Cuando lo reconocemos, es porque se ha alcanzado un equilibrio entre el estado anímico y la autoestima. Ese equilibrio se proyecta al exterior como un sentimiento de bienestar que se expresa de muchas formas y se disfruta.

De otro lado, el egocentrismo, palabra que tiene su origen en el latín “ego” que significa “yo”, es la exaltación exagerada de una persona sobre sí misma, llevándola a sentirse el centro del universo, anteponiendo sus necesidades y opiniones, sobre los otros.





Un ego, muy arraigado, es como una membrana que envuelve a la persona, ensimismándola. Un individuo egocéntrico es un ser que no irradia ningún tipo de luz, lo identifica la crítica constante, tiene cero empatías. Bajo su óptica, las personas deberían actuar como él.


Cuando ese ego se hace poroso, permite a través de esos poros, pasar la luz, que no es otra cosa que la verdadera esencia de la persona, esto podría llamarse “la transparencia del ser”. Se reconocen por ser individuos que, con su sola presencia, alegran y sanan a sus semejantes.


Cabe recalcar, que todos tenemos un “ego”, la diferencia radica entre quienes lo trabajaron, venciéndose a sí mismos, volviéndose seres de luz; y quienes quedaron envueltos por él.


Es menester, antes de amar a otra persona, amarnos a nosotros mismos, en la medida que hacerlo sea entendido y asumido como el camino para aprender a amarnos y amar a los demás. Y si bien ambas son caras de una misma moneda, muy cierto es que nadie da lo que no tiene, por ello que este desafiante "PRIMERO YO Y LUEGO LOS DEMÁS", lejos de exaltar el egocentrismo, es una guía poderosa que nos lleva hacia hacía el amor verdadero.



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