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La importancia de la inteligencia emocional en los ejecutiv@s de hoy



Escribiré desde mi experiencia de 10 años realizando coaching ejecutivo a l@s líderes de diferentes organizaciones. En este largo camino, he encontrado algo en común que defino como “el miedo a mostrarse vulnerables frente a los demás, llevándolos a creer que pueden hacer a un lado las emociones para tomar decisiones más racionales, pues su percepción de ellas los ha llevado a considerarlas un problema o un obstáculo para ser un ejecutiv@ efectiv@”. Dicha ignorancia genera una gran dificultad para comprender su importancia y real impacto no solo en su desempeño profesional y familiar, sino en la salud física y mental.


Algo que he descubierto en algunas conversaciones con l@s ejecutiv@s, es que clasifican las emociones como “buenas” o “malas” y creo que ahí está parte del problema, pues, de acuerdo con esa percepción, rechazan o evitan tener emociones “malas” y buscan a toda costa sentir emociones “buenas”. Qué aburrido sería que la vida fuera así de simple, blanca o negra, y nos perdiéramos de todos los matices de grises e incluso de colores con los que las emociones tiñen nuestras experiencias. Gracias a ellas, es que podemos ser resilientes, perseverar, amar intensamente, sentir compasión, tristeza, rabia, miedo, alegría, empatía, admiración, asombro, elementos fundamentales que, al procesarse de manera funcional, facilitan unas mejores relaciones con nosotros mismos y con los demás.


Las interpretaciones que le damos a las emociones, es lo que las define como buenas o malas y determinan la manera como nos sentimos. Las emociones son respuestas automáticas ante estímulos internos o externos que nos sirven para sobrevivir y nos llevan a transitar de un estado emocional a otro, siempre y cuando las dejemos cumplir su función y nosotros las aprendamos a digerir para procesar y salir fortalecidos de ella. De esta manera, se logra desarrollar una mayor inteligencia emocional que evitará que actuemos de una manera reactiva, hacer la pausa necesaria para escuchar a los demás y comprender lo que realmente quieren para dar respuestas más efectivas a sus necesidades.





Lo anterior lleva a la construcción de vínculos indelebles que van a ser el factor esencial para enfrentar los avatares de un entorno cambiante, lleno de incertidumbre y ansiedad, en donde la fragilidad es algo común en los negocios que hoy funcionan y mañana no, en donde la linealidad causa-efecto ya no es tan evidente y el exceso de información, poco fiable, genera que sea incomprensible. Por lo tanto estos desafíos exigen que los directivos, más allá de la inteligencia intelectual, desarrollen una inteligencia emocional a toda prueba, cuyos comportamientos visibles sean la flexibilidad de adaptarse y vencer los retos que se vayan presentando; creatividad, con la que se pueda pensar el mundo por fuera de la caja; y manejar la información con la suficiente cautela y responsabilidad que facilite la toma de decisiones a una velocidad que permita ver y aprovechar las reales oportunidades que se presenten.


La reflexión final es: ¿Qué hacer para desarrollar y fortalecer la inteligencia emocional? Practiquen el optimismo y los hábitos saludables que los mantengan conectados con la VIDA.



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